"La bella y la bestia"; la decadencia de lo bello
Es esta una narración que se olvida de una triste realidad para adentrarse en otra, infinitamente más triste, también infinitamente más maravillosa, con capacidad para curar de esa tristeza. Como en los buenos cuentos antes de acostarse.
Esta nueva Bella con cara de Lea Seydoux es consecuencia directa del entorno: es alguien que siempre porta una sonrisa, pero tras ella se esconde cierta nota de amargura por estar donde está. Lejos de querer más, quiere menos, algo demasiado "conformista" para quienes le rodean, blanco fácil de travesuras más crueles que otras.
El castillo, edén cambiante, vasto y eterno, que guarda infinitas maravillas veladas con la capa de melancolía que el olvido suele dar. El vago remedo de un paraíso para el vago remedo de un hombre, con formas semi-humanoides pegadas a una naturaleza que va devorando lo que antaño fue bello. Será el bosque, que reclama borrar con su hermosura lo que se tiñó antiguamente de vileza.
Como Bella recorriendo estancias y pasillos, buscando incansablemente la causa, acabaremos por conocer los motivos por los cuales un rey perdió su humanidad: cuando el contenido se asemeja a un demonio, para qué conservar el envoltorio de hombre. Son sus ojos los que translucen un dolor que sus maneras feroces no pueden borrar.
Bella, la inquieta, busca, no deja de caminar, y su naturaleza curiosa la lleva a constatar que algo del antiguo hombre queda debajo de esa capa de hiedra. El baile de ambos (inteligentemente alejado de Disney) deja esperanzas de un renacimiento, y la contundencia de ciertas palabras los atan sin remedio.
Probablemente demasiado sutil, demasiado envuelta en detalles para que alguien quiera adentrarse en ella, e incluso la relación entre ambos parece apresurada. Pero Christophe Gans ha sabido impregnarla de un sabor especial, a decadencia de lo bello, sin esquivar que su principal sesgo es el dolor: cada personaje sufre por culpa de magia, y solo su humanidad, dolorosamente carnal, les abre camino a la redención.
Y un corazón roto puede ser remendado no importa lo largo que sea el camino.
Etiquetas: Christophe Gans, Cine, crítica, Eduardo Noriega, Fantástico, La Bella y la Bestia, Léa Seydoux, Romance, Vincent Cassel
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