26.1.24

Saltburn

SALTBURN (2023)

La cineasta británica Emerald Fennell vuelve a captar la atención de manera innegable con esta segunda obra, seguida del éxito totalmente merecido de "Promising Young Woman" (2020). 

Saltburn es una película dirigida por Emerald Fennell y protagonizada por el emergente actor irlandés Barry Keoghan y el conocido actor australiano Jacob Elordi. Fue estrenada el 17 de noviembre en Reino Unido y Estados Unidos pero no ha sido hasta el 22 de diciembre cuando hemos podido verla en España a través de la plataforma de Amazon Prime. Una película que, como antes de llegar a la plataforma, destacaba por su gran dirección de arte con críticas positivas y giros argumentales impactantes, me llama la atención que no haya sido exhibida en las salas de cine.

Es una obra surrealista, retorcida y con una gran fascinación morbosa. Pues, en mi opinión, el sentimiento que más predomina a lo largo del film es la sensación de atracción hacia algo inusual o impactante, a pesar de ser conscientes de su perturbadora naturaleza. 

La trama comienza como una crítica o retrato de la diferencia de clases sociales en la Universidad de Oxford, mostrándonos la historia de Oliver Quick (Emerald Fennell), un estudiante becado. Inicialmente, Oliver es tímido y poco popular en el campus, llevando una vida tranquila, corriente y monótona en sus primeros días, sin apenas amistades. 

Sin embargo, todo esto cambiará al conocer de forma “espontánea” a Felix Catton, (Jacob Elordi), un popular y adinerado estudiante que tras hacerse íntimo amigo de Oliver le invita a fiestas y a su círculo cercano de amistades. Incluso más adelante vemos cómo esa amistad evoluciona en lo que a veces puede parecer un posible romance. Felix invitará a Oliver a su inmensa y ostentosa casa en verano, donde transcurrirá casi todo el resto de la trama. 

Desde el principio la película tiene una asombrosa puesta en escena minuciosa y con una estética cautivadora que atrapa al espectador de inmediato por sus colores y su perfecta composición. Incluso a raíz de la llegada a la mansión de la familia de Felix sigue siendo aún más perfecta, con una atmósfera de lo más extravagante y pretenciosa. Esta extravagancia encaja a la perfección con la personalidad de la familia rica de Félix. Unos comportamientos un tanto fríos, absurdos y fuera de lo corriente, incluso complejos de empatizar, y en mi opinión toda esa frialdad, locura y absurdo se consigue captar en la puesta en escena en cada plano. 

Por ello, la fotografía y dirección de arte es sin duda el mejor punto de toda la película, eso no tiene lugar a debate, o sí. Pues, sorprendentemente, no ha sido nominada a los Oscars, ni siquiera por mejor dirección de fotografía. 

Pero independientemente a los premios, la directora, junto con Linus Sandgrennos, director de fotografía de grandes películas cómo “La La Land” o “Babylon”, ofrecen una excelente puesta en escena. Todo un conjunto de factores que hacen que este film destaque durante sus 2 horas por su acertada iluminación, unos planos brillantes y unos fascinantes colores, que pueden recordar a una estética más antigua o incluso de películas de los 2000.

Planos llenos de metáforas que juegan con espejos, reflejos del agua, sombras, etc. Está claro que esta cuidada estética visual nos mete de lleno en la película, sintiendo esa extravagancia de la clase alta que la directora critica en el filme. Ya que, a lo largo de la película, sobre todo en las escenas de la fiesta final, podemos sentir esas sensaciones de estar viendo algo completamente ficticio, aunque lo que suceda sea real. Como si quisiera transmitir una especie de lejanía entre la historia y los espectadores para reflejar una mezcla entre ficción y, al mismo tiempo, hacer replantearnos si en realidad es una exageración tan inmensa como aparenta o en algunos aspectos se puede relacionar con nuestro mundo actual. 

A mí lo que más me fascina de esta película es la intensidad visual y sensorial que transmite. Hay escenas que te ponen los pelos de punta y necesitas pararte a pensar qué es lo que acaba de pasar. Es una especie de constante absurdo, aunque luego al final cobre algo más de sentido. Pero sobre todo, que en algunas ocasiones los giros de guion son realmente impactantes, aunque no sean tan drásticos, en gran parte por cómo van revelando al espectador características del personaje de Oliver muy perturbadoras. Un ejemplo de una de las escenas que más se quedó en mi cabeza fue la de después de la muerte de Felix, cuando muestran las reacciones de los personajes en la mesa comiendo. 

En esta imagen podemos recordar qué momento es. Sobre todo la parte donde la iluminación de la escena se convierte en roja por completo, ese contraste de luz me parece que refleja a la perfección una sensación de asfixia y de shock en los personajes, junto a una mezcla de ansiedad en el espectador al ver que estos no reaccionan de una forma “normal”. Es como si la escena necesitara a gritos el color rojo para terminar de reflejar por completo esa reacción totalmente incoherente con la noticia de la muerte de su familiar. Además, las actuaciones son completamente asombrosas, sobre todo la de Richard E. Grant. Su actuación en esa escena transmitió tanta insensatez, frialdad y dolor que me fascinó. Y la actuación en ese momento de Archie Madekwe tampoco se queda atrás, fue totalmente visceral e intensa. 

La impresión final que obtengo de la película es la transmisión de un posible mensaje sobre el instinto primario del ser humano de no cuestionar lo que está moralmente aceptado o rechazado. A través de los personajes, la historia destaca la forma en la que actúan y expresan sus pensamientos sin considerar las consecuencias. La película incita a reflexionar sobre la idea de seguir impulsos individuales en lugar de adherirse a normas sociales preestablecidas, desafiando la percepción convencional de lo que es aceptable o incómodo. La provocación consciente de incomodar al espectador en muchas escenas, la mayoría sexuales, sirve como herramienta para provocar la reflexión sobre si estas se salen tanto de lo normativo como a simple vista creemos o realmente lo vemos así por las ideas que nos mete en la cabeza la sociedad. 

Además, me parece interesante cómo me ha recordado a la famosa película “La naranja mecánica", en el sentido de que esta hace una reflexión sobre el espacio para la libertad humana en un mundo donde el sujeto debe elegir entre el bien y el mal, sin que quepan condicionamientos externos. En la película de Kubrick ese personaje algo loco es mostrado como un sujeto que muestra despreocupación por lo que entendemos como el bien y el mal. Y a mi parecer Oliver también se podría parecer en eso. Él se cuestiona lo que está bien y mal, independientemente de los condicionantes externos de la sociedad. Él parece que trata un poco de justificar su comportamiento con que él quiere vivir a su modo, sin reglas ni normas de que es lo malo y bueno. Él se siente libre de decidir y hacer las cosas sin plantearse lo que la sociedad nos ha impuesto como normal o no. Por supuesto, esto se lo plantea un personaje de un mundo diegético totalmente absurdo, que no tiene cabida en nuestra sociedad, pues realmente es un psicópata que cree que lo que hace lo puede justificar por su propia gratificación y por su forma de tomarse la justicia por su mano.