21.3.14

"Snowpiercer"; el tren del fin del mundo


El tren es el mundo, los pasajeros la humanidad. 
Grandilocuentes palabras para una historia que solo aspira a ser una pieza de puro 'pulp' y ciencia-ficción más alegórica. 
Pero vaya pieza.
'Snowpiercer' es de la última ciencia-ficción, aquella que ha aprendido que somos seres odiosos capaces de lo peor, aunque también de lo mejor las más raras veces. 
Como tal, en sus vagones no caben esperanzas demasiado ambiciosas, sino que más bien de su lucha de clases emerge un sentimiento parecido al ver un par de ratas luchando por un trozo de pan: que lamentables somos, que aun en la extinción somos capaces de seguir quitándonos las cosas de las manos.

En esa circunstancia, solo son los espíritus nobles los que son capaces de sobrevivir y resistir a la depravación: qué fácil sería dejarse llevar por los instintos bajos, ahora que a nadie le importa quien pueda estar observando (es revelador en ese sentido la ausencia de un vagón-iglesia, por ejemplo, demostrando que los actos de fe hace tiempo que quedaron atrás). 
Curtis, más por obligación que por convicción, es forzado a llevar dicho sentimiento elevado, de que realmente llevan a cabo una revolución que servirá para algo, a pesar de su violencia y crueldad.


Así, se suceden los episodios separados por vagones en ese tren, un sueño tan extraño y a la vez tan loco que nos presenta la misma curiosidad que los protagonistas por ver quien es el visionario que supo llevarlo a cabo. 
El paisaje helado que se atisba fuera, en todas sus apariciones, reviste más bien conformismo que nostalgia: llevamos nuestro planeta a la extinción, y ni eso sirvió demasiado. Seguimos peleando por tener el mejor lugar bajo el Sol (o más cerca del Motor).
El pulso en todas las escenas de acción es magistral, igual que el nivel de asombro en cada nuevo vagón, algunos incluso punteados por cierto espíritu crítico de mirada cruel (esa aula tan propensa a lo contrario de la educación que proclama...). 
Lo dicho, lo que es la humanidad, estar dentro de cilindros metálicos no les ha cambiado demasiado.


La sorpresa llega al final del tren, como no. 
Sin revelar demasiado, y en la tradición de los mejores argumentos de ciencia-ficción, todo tenía un propósito. El dolor, el sufrimiento y la miseria deben existir para que exista lo contrario, y no somos los seres humanos quienes lo instauramos, sino las propias normas de la naturaleza. 
Eso, y descubrir que en el fondo, todos somos más humanos de lo que pensamos, para el bien o para el mal.

Una obra de músculo, potente, y con más tenebrismo bajo sus palabras que bajo sus actos. 
'Snowpiercer' queda configurada como un paso enormemente valiente dentro de una ciencia-ficción con tendencia a la redención: la redención no acaba de ser posible por ser quienes somos.

Nota: 8 / 10

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