28.11.11

El Padrino, la obra maestra que nunca muere


Cuando hablamos de “El Padrino”, a muchos se les viene a la mente una película antigua y pesada, de la que no saben muy bien cual es la trama o simplemente que cuenta. Otros no recuerdan ni si quiera que se trate de una película en color. Pero, de lo que está segura la mayoría de la gente es del género del film: Drama, Crimen, Mafia… En realidad, están en lo cierto. Es una mezcla de todo esto. Pero lo que no pueden apreciar aquellos que no han visto “El Padrino” es ese ligero toque de humanidad que Francis F. Coppola nos quiere transmitir durante toda la trilogía.

Dejando a un lado los aspectos narrativos, en lo técnico, es cierto que si lo comparamos con las películas que se hacen actualmente, deja mucho que desear, pero tampoco se le puede pedir más. Los efectos especiales no son los mejores del mundo, pero claro, estamos hablando del año 1972. A partir de la segunda película, el cambio que pega en cuanto a aspectos técnicos de este tipo es espectacular en comparación con la primera parte. Tampoco son comparables a los de ahora, pero sí es cierto que la mejora es asombrosa y se aprecian bastante, lo que se agradece. A través de los planos y los movimientos de cámara (que no son pocos), si algo podemos destacar son los continuos planos y contraplanos durante los

diálogos, así como las tomas generales para ubicar al espectador en el sitio exacto donde transcurre la acción. Y los planos medios de varios personajes juntos dialogando a la vez. Coppola tenía muy claro lo que quería mostrar en “El Padrino”. No sólo quería mostrar la realidad de la mafia italiana en la ciudad de Nueva York (lo cual, por otra parte, estaba basado en un hecho real) sino mostrar que, criminales o no, también se trataban de personas, con su familia y sus problemas, algo peculiares, eso sí. No sé si me explico.

A pesar de estos pequeños flecos, lo que hace que realmente las tres partes de “El Padrino” funcionen con precisión y se coordinen entre ellas no es tanto su narrativa como su técnica, sino el verdadero trabajo que hay detrás de cada una de ellas. Los papeles de Marlon Brando (Padrino) y Al Pacino (Michael Corleone) son espectaculares. A pesar de la ausencia de Brando durante la segunda y la tercera parte, la huella que deja su papel en la primera nos hace tenerle presente durante el resto de la trilogía. Además, por si fuera poco, en la segunda parte nos encontramos a Robert de Niro en el papel de un joven Padrino. Una interpretación espectacular, para mí, sin lugar a dudas. Así como la participación del actor cubano Andy García, en la tercera parte.
Gran parte de la culpa de estas grandes interpretaciones la tiene el propio director. Un ejemplo sería la secuencia de la Parte I en la que, el personaje Jack Woltz descubre en su cama una cabeza de caballo. Pues bien, para hacer más realista aún si cabía la situación, Coppola mandó colocar una cabeza de caballo real, sin que el actor, John Marley, lo supiera.
Muchos sólo han visto la primera parte pero, en mi opinión, es esencial y vital ver las dos siguientes. Si la primera te pareció buena, tú mismo querrás continuar con la historia. Y si te pareció mala, descafeinada o simplemente no te produjo ni frío ni calor, las siguientes partes son el complemento perfecto para cambiar tu idea.

Anais García Fernández.

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