Pi, fe en el caos (1998) Darren Aronofsky
Pi, fe en el caos, es la segunda película del director Darren Aronofsky estrenada en 1998 y ganadora del premio de Sundance a mejor dirección.
Max Cohen, es un matemático obsesionado por
descubrir el secreto que esconde el número pi y está convencido de que
absolutamente todo en la naturaleza sigue un patrón definido por pi, incluso
algo tan artificial como la bolsa. La falta de avance en la materia le
atormenta, hasta que conoce a un judío que busca lo mismo que él para descifrar
la Toráh. Es entonces cuando parece que descubre una estructura numérica común
en la bolsa y comienza su trepidante caída a la locura. Se ve continuamente
acosado por los judíos para revelar el nombre de Dios, que se encuentra entre
números en la Toráh y por ambiciosos empresarios de Wall Street.El final está sujeto a una simplificación de la
vida. Después de estar deliberando y sufriendo por hallar la verdad, el
matemático llega a la conclusión de que no puede continuar con los intensos dolores
de cabeza y las persecuciones. Por ello, deja que la fórmula caiga en el
olvido, y eso solo lo puede hacer borrándola de su memoria.
El largometraje es ya un puro ejercicio de estilo desde
los créditos de inicio. El símbolo Pi aparece
en pantalla y mientras aparecen los títulos de crédito, se sucede una secuencia
infinita de códigos alfanuméricos, así como una mezcla de fórmulas matemáticas,
teorías, imágenes en 3D y neuronas, que ya anticipa el carácter de la
película.
El filme, oscuro y truculento consigue una atmósfera y enfermiza de una forma magistral con un precario presupuesto que la convierte en un joya del séptimo arte.
El
uso del blanco y negro a lo largo de toda la película y la presencia de un
grueso grano ya emulan una estética surrealista fascinante.
La luz por lo
general es bastante dura, casi hiriente, lo que aumenta la espectacularidad de
la imagen y le otorga cierto aire oscurantista e incluso kafkiano.
Durante toda la película, “vemos a través de” Max. Esto se consigue gracias a la posición que
adopta la cámara respecto al personaje y a la narración autodiegética de Max en
presente y primera persona.
Uno de los planos subjetivos más reveladores es un
fundido a blanco que se mantiene durante seis segundos que representa el
desvanecimiento de Max, la caída en su locura y que se repite hasta tres veces
en cada crisis esquizofrénica.
Es muy importante destacar el papel que ejerce en el
discurso como recurso estilístico los movimientos de cámara, caracterizado por rápidos
y caóticos movimientos cuya intención es transmitir el mismo agobio que siente
el protagonista y así acercarnos más a esa subjetividad ya mencionada.
Todos los elementos
formales giran en torno a que el narratario se identifique y sienta la misma
presión que Max. Para ello, también es muy importante el predominio casi
absoluto de los primeros planos o los planos medios de carácter expresivo, ya
que el primer plano nos pone en contacto con el personaje, haciendo que nos
identifiquemos con él. Por esto, los planos generales son escasos y meramente
descriptivos.
Otro elemento
fundamental para incrementar esa sensación de angustia es la frecuencia
repetitiva de formas como la espiral o el cuadrado, a lo largo de la película y
que se hacen más frecuentes cuanto más obsesionado está el personaje, ya que él
cree que “el universo se compone de números”.
“Todo” lo que
podemos percibir son “matemáticas”, para relacionar estas dos ideas, además de
la repetición de formas geométricas, se recurre al fundido encadenado de dos
planos que nos plantea una metáfora casi literal en dos ocasiones: la
naturaleza está formada por matemáticas y el ser humano se compone de
matemáticas.
La razón aúrea se repite hasta la
saciedad hasta que todo se convierte en un caos de formas geométricas, pero
sigue siendo un caos basado en el orden (matemáticas).
La película viene cargada de simbología. El cuadrado simboliza la armonía, ya que está basado en
la proporción aúrea. El círculo evoca perfección y orden. En contrapartida con
las dos formas geométricas anteriores, la espiral se asocia a lo cíclico,
representa el proceso de volver al mismo punto una y otra vez, eso es
justamente lo que hace el protagonista. Todo sugiere que hay una estrecha
conexión entre orden y caos.
En varias ocasiones
también aparece una hormiga, símbolo del trabajo duro y el orden metódico. En
las dos primeras ocasiones mata a la hormiga pero a la tercera no la mata y es
cuando empieza a vislumbrar el significado de pi, completando la metáfora.

La construcción del personaje es brillante a la vez que sutil. La puesta en escena ya muestra que es una persona que pasa
desapercibida, siempre está tapado por algo o alguien. Otro recurso formal cuyo
objetivo es también el de empequeñecer al personaje son los planos picado, que
junto con el exceso de luz impiden ver la cara del protagonista, lo que resta
sensación de protagonismo y puede hacer que Max resulte anodino.

Otro conjunto de antagonistas que intervienen son los empresarios de Wall Street,
liderados por Marcy Dawson. Marcy también intenta desviar a Max de su verdadero
fin y actúa como presión sobre Max.
La presión de ambos personajes desencadena el descenso a
la trepidante locura del protagonista. Su paranoia aumenta con la muerte de su
amigo y guía, Sol.
Sol personifica la
verdad platónica y el sol es mencionado en varias ocasiones por la voz
diegética interior del protagonista “cuando era pequeño mi madre siempre me
decía que no mirara al sol, pero a los seis años lo hice” El sol y la luz
siempre han sido símbolo de verdad y cada vez que Max cae en un brote
esquizofrénico, la pantalla de vuelve blanca durante seis segundos. El blanco
representa la luz, y la luz simboliza la verdad.
El blanco y negro,
la saturación expositiva, los continuos movimientos de cámara, los planos
subjetivos y los desenfoques contribuyen a crear una atmósfera agobiante a la
que se une una banda sonora completamente electrónica, de sonido estridente y
metálico gracias a Clint Mansell.
El trabajo de Aronofsky es meticuloso y desconcertante consagrándose como uno de los mejores thrillers de ciencia ficción.
Etiquetas: María Coto, Thiller
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