17.9.13

'Stoker', herencia y madurez


¿Naces... o te haces? 
La pregunta que plantea 'Stoker' es demasiado sencilla. Pero dentro, encierra múltiples matices, desacordes y experiencias.
Park Chan-Wook lo sabe y por eso opta en convertir la película en la experiencia sensitiva más brutal que el cine ha visto en, me atrevo a decir, años. Nunca con tan simples cimientos se pudo construir algo tan perturbador y fascinante. 
La tranquilidad está en la vena de toda la película, la cual no tiene prisa ninguna por mostrar sus cartas. Se regodea ella misma con la palpable incomodidad de los personajes, atenta sin embargo a cualquier explosión de mezquindad que se asome a la pantalla.


India Stoker es la heredera del legado de su padre. Si por legado entendemos una madre descompuesta y un caserón simétrico carente de vida. 
Afortunadamente, no todo en la vida de India es tan desalentador, ni siquiera ella lo considera así (atentos a los momentos de fina ironía del principio). Su padre también le legó una exquisita atención por lo aparentemente insignificante, ver lo que los otros no ven, esperar lo que otros no aguantarían. 
El diablo está en los detalles, que dicen.


Entonces llega el tío Charlie, casi podría decirse que otra parte de la herencia, y empiezan los problemas. O bueno, no, problemas no hay ninguno, pero para India, el tío Charlie es como esa piedra que crees haberte quitado del zapato y te das cuenta de que no. 
Con una interpretación enorme, Matthew Goode, ese actor con aroma de psicópata, consigue dejarnos noqueados y fastidiados a nosotros también. Siempre aparece con su media sonrisa permanente, en casi todos los momentos que India está perdida, confundida o deja salir esa violencia interior que oculta tras una apariencia de porcelana. 
Toca y vuelve a tocar, molesta y siempre está en medio, una conciencia perversa que azota a India desde lo más profundo, tomando su casa, su madre y hasta su piano en un brutal dueto. No por casualidad hablamos de la familia Stoker, así que algo de vampirismo puede advertirse en la historia.
Él será la figura clave para la madurez de India: el momento en que toda muchacha debe dejar de desenvolver cajas de regalo y tiene que servirse el helado ella sola. 
De su particular aprendizaje con Charlie sacará muchas cosas, pero sobre todo aprenderá a no reprimir sus instintos, a, como ella misma dice, hacer algo malo para no terminar haciendo algo peor. Y descubre, para su sorpresa y la nuestra, que le ha gustado.


En su mundo de aterradoras simetrías, ella era la reina hasta que su tío vino, ocultando secretos que ella no había puesto en el camino. 
Resulta revelador que durante gran parte del principio, pensemos que estamos viendo una casona del siglo pasado, hasta que las escenas en el instituto de India nos sacan de nuestro error. 
La película juega sutilmente con ese enfoque "fantástico", sin dejar que se vea a la luz, pero ahí están ese sótano desvencijado que guarda placeres viejos (el helado), la recargada y discordante habitación de su madre, la llave que abre los cajones cerrados de su padre y fantasmas sexuales en forma de tío que remueven el jardín (¿conciencia?). 
Bonita ironía Park, Burton en su país maravilloso no supo sacar partido de la morbosa ambigüedad de Mia Wasikowska y tu la construyes un fresco gótico americano a medida.
Park Chan-Wook saca partido a ese escenario de todas las formas posibles: planos detalle de atención morbosa, mezquina recreación con los objetos de castigo, montaje casi tramposo que juega a la sugerencia... la historia no se ha construido, se ha hecho carne. 
Esa carne que Park quiere retorcer con violencia y sexo, pero que no está explícita a la vista ni mucho menos: cada plano es un bocado sabroso a un pastel que no identificas su sabor, pero te mueres por saber de que está hecho. 
En sus mejores momentos, la retórica del guión y la estilización del director alcanzan una fascinación por lo oscuro que impregna toda la pantalla, y el espectador se convierte en 'voyeur' de una historia incómoda. No por casualidad, muchas veces por cámara subjetiva creemos que el tío Charlie nos ha pillado viendo lo que no deberíamos (esa media sonrisa...).


Esa planificación se luce en las reuniones "familiares": parece que cada personaje está más a gusto a sus anchas por la casa que cenando juntos. 
Cuando la tensión se vuelve insoportable, Nicole Kidman estalla en un monólogo recordando el mensaje que (entre todos, tú por mirar) estamos pervirtiendo. Pero en el fondo no hemos hecho más que armonizar una bella melodía que no acababa de sonar del todo bien.
Hemos asistido al paso de una niña a mujer. 
Pero Park no ha dejado de señalarnos una verdad evidente: todos los rasgos de la rosa, ya estaban en la zarza. Aunque solo necesitaran de un bonito color rojo para ser más atractivos.

Nota: 9 / 10

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