18.10.11

"Vete de mí" como revisión de Martín Hache


La película “Vete de mí”( Víctor García León, 2006) aborda la historia de un padre que se encuentra inesperadamente con que ha de mantener a su hijo ya adulto, al que su madre ha echado de casa. Tiene una interpretación bastante clara, que figura en todas las sinopsis: El hijo es un parásito, es un vago, un aprovechado, no entiende la importancia de trabajar, de ser responsable y consecuente con los propios actos.

Sin embargo no puedo evitar encontrar paralelismos con una película de hace ya unos cuantos años, que generó en su día mucho más éxito y cuyo guión, cargado de largas y sesudas reflexiones, fue ensalzado por muchos. Hablo de “Martín (Hache)” (Adolfo Aristarain, 1997).
El protagonista es aquí también un padre, español, que se encuentra también con que debe cargar con su hijo adulto, que no quiere estudiar ni trabajar. En esta película, los motivos de la madre son inmediatamente cuestionados, acusada de querer desembarazarse de él y de no cumplir con su responsabilidad como madre. La historia justifica su decisión con algo que es símbolo universal de bondad: ella está embarazada, además no tiene dinero ni espacio para poder cuidar adecuadamente a su bebé a la vez que a su hijo mayor.
En “Vete de mí”, los motivos de la madre no se mencionan. Cabe esperar que el espectador los deduzca a partir de los problemas que el hijo viene a tener con su padre.
Me llama la atención la figura del padre tan distinta en las dos películas: en Martín Hache el padre encarna a un hombre con las ideas muy claras, serio, antipático, al que los otros personajes, en especial Dante, intentan convencer de que el hecho de que su hijo no quiera ni estudiar ni trabajar es signo de inteligencia superior. Esto hace que el espectador acabe tachando al padre de “conservador”. El suicidio de su novia, mediante sobredosis de drogas y alcohol, le convierten en un personaje despreciable por el público, un amargado responsable de la muerte de una mujer encantadora.
Otro personaje, opuesto a él, es el encargado de recibir las simpatías del público: El actor Dante, encarnado por Eusebio Poncela, un hombre más joven, rebelde, que vive en lo que parece un constante disfrute de su libertad: tomando drogas, de lo que se siente orgulloso (aunque jura ser totalmente responsable en el trabajo, y se lamenta de tener una mala fama injustificada como “drogadicto”), siendo promiscuo y un triunfador en el amor, llevándose a la cama fácilmente a gente de ambos sexos, y teniendo como única responsabilidad el trabajo de actor, que le encanta y le reporta grandes beneficios económicos. Se nos presenta como símbolo de libertad, rebeldía, éxito, disfrute de los placeres de la vida.
Este personaje es actor de teatro, amigo del padre, y adoptará a Martín Hache haciéndose responsable de él, procurando darle la comprensión que su padre no le da, defendiéndole. Este summun de rebeldía queda impresionado al conocer a Hache, hasta el punto de que al verle aburrirse en medio de la obra en que él actúa, deja de actuar y se dirige al público, para finalmente saltar del escenario despidiéndose así su trabajo en medio de la conmoción general.
Un suceso muy similar al que ocurre en “Vete de mí”. Aquí es el padre el que es actor, aunque la vida de actor se presenta como menos ideal. Cuando el padre, dejándose llevar por las opiniones de su hijo, ve que a este tampoco le gusta demasiado la obra, reflexiona y deja de ir a trabajar, aunque sin la función final de saltar del escenario a la mitad.
En Martín Hache no parece que dejar el trabajo tenga ninguna consecuencia, mientras que en Vete de mí, el hijo se encuentra con que su fuente de ingresos y estabilidad económica peligran.
En Martín Hache, el planteamiento de Hache (no querer estudiar ni trabajar), sorprende a los personajes, que se lo toman como una reflexión trascendental sobre cómo ha de tomarse uno la vida, todos excepto el padre, que se mantiene en sus trece, y finalmente incluso se disgusta cuando su hijo toma el camino de la independencia.
En “Vete de mí”, el padre igualmente se sorprende por los planteamientos existenciales de su hijo, pero más receptivo, se deja llevar por ellos: se lleva a su hijo a un burdel, deja a su novia y empieza a intentar ligar con jovencitas, deja el trabajo, se emborracha...
Sobre todo en “Vete de mí”, se ve claramente como el hijo no manifiesta abiertamente sus intenciones (no dice “no quiero ni estudiar ni trabajar”, como Martín Hache), sino que se envuelve en ese halo de hedonismo bohemio que envolvía a Dante en la otra película, y se ve cómo lo utiliza para conseguirse las simpatías de todos (excepto de aquél que tiene que cargar económicamente con él)
Es mi opinión que el director pretendía revisar con “Vete de mí” los conceptos de Martín Hache, desde un punto de vista más mundano y realista y menos idealizado.
Escogió como hijo protagonista al mismo actor Juan Diego Botto, existe el personaje actor de teatro que deja el trabajo, el padre pierde a su novia (en Vete de mí, en lugar del suicidio, la relación se degenera cuando aparece el descontrol y el libertinaje en el padre)
Las dos películas imponen su interpretación ideológica al espectador, aunque parece que fue más popular la que idealiza que la realista. [Ver premios y repercusión en http://es.wikipedia.org/wiki/Mart%C3%ADn_(Hache) ] Quizá porque al público le gustan más los sueños que la realidad.