'La espuma de los días', alegría y fantasía por bandera
Un pequeño recordatorio, una vez más, de que la vida sin fantasía, sin capacidad de ver lo extraordinario en lo ordinario, no tendría sentido.
Michel Gondry, qué sorpresa, ha cruzado la línea sin red, sin ningún tipo de reserva, capturando la historia sobre un amor colosal y loco en un París deslumbrante de maravillas.
¿Hipérbole injustificada? Yo creo que no. ¿Cuántas veces el amor no es una fuerza que arrastra con todo y transforma nuestro mundo en algo más de lo que era antes?
Ella y él, Chloe y Colin, un Romain Duris haciendo gala de su estilo dandy, juntos "torpeeando", siendo torpes, porque no conocen otra forma de ser ellos mismos. Si algo sorprende de esta historia, es la facilidad con la que los sentimientos son correspondidos y no suponen dificultad, mientras que la dificultad parece estar en el mundo alrededor. Una pequeña corrección frente a nuestra realidad (los amores correspondidos) que Gondry recalca sabiamente, como queriendo dar a entender lo mucho que perdemos el tiempo.
De hecho, se contrapone al amor de Chick y Alise, en donde ambos pierden el tiempo tratando de cambiar a alguien que no lo va a hacer nunca. La comicidad de Gad Elmaleh para con su ídolo (una especie de escritor-artista pipa en ristre que celebra asambleas casi militares en seguridad) todavía sería más cómica si no nos diéramos cuenta poco a poco de que es una excusa para no asumir responsabilidades y aceptar que ama a Alise.
Pero creo que mucha gente recordará 'La Espuma de los Días' por su otra mitad. Otro salto sin red que Gondry, y Vian antes que él, consideraron necesario para no olvidar que nuestro mundo puede ser maravilloso, pero tremendamente cruel a veces.
Sin renunciar a las reglas creadas (el escarabajo sigue timbrando, el ratón sigue cogiendo el coche) la odisea de Colin se torna horrible, con entrevistas de trabajo desastrosas, explotaciones laborales únicas y demás fauna. Las piezas fatales de nuestra existencia, como antes se ha dicho, el trabajo o las obligaciones familiares, que no permiten disfrutar de un amor incondicional. Incluso el propio Gondry se mete en la ficción/realidad para certificar que la película está muy enferma, y solo un milagro puede salvarla.
La desgracia es denominador común en esta última parte, y aunque pueda parecer injusta por lo que nos han hecho disfrutar antes, al final el espectador comprende, milagro humilde mediante, porque esta historia fue imaginada de esta manera.
'La Espuma de los Días', contraponiendo sensaciones, nos recuerda que aún en la desgracia es posible vislumbrar esa alegría de vivir y amar que ni la muerte, la tristeza, el final de todo, podrá borrar de nuestras vidas.
Etiquetas: Audrey Tatou, Cine, Cine Comedia, crítica, Gad Elmaleh, La Espuma de los Días, Michel Gondry, Omar Sy, Romain Duris, Romance, Surrealismo
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